martes, 5 de febrero de 2013


LA MUSA DE CRUZ HERRERA
Natividad Pujol, una de las últimas modelos de José Cruz Herrera, visitó la exposición instalada en la Diputación.
Natividad Pujol se reencontró con Cruz Herrera por casualidad. Andaba por Cádiz con la intención de disfrutar de la Semana Santa cuando vio un cartel anunciador de la exposición del pintor linense en la Diputación. Cuando fue a verla no pudo reprimir la emoción. Ella fue una de las últimas modelos que tuvo el pintor, y ahora se reconoce en las manos, en las miradas, en los cuerpos plasmados por el artista.

“Esas manos son las mías”, dice Natividad Pujol mientras contempla el cuadro “La Inmaculada Concepción”, donado a la parroquia de la Inmaculada de La Línea, en 1963, y que ahora está expuesto en el Palacio de la Diputación Provincial. Natividad también se reconoce en el inacabado “Flores a la Virgen”, que muestra a una religiosa -él siempre me decía que iba de monja por la vida- que sujeta un ramo de flores, y en otros cuadros, algunos más atrevidos, que prefiero no nombrar.
Natividad Pujol fue durante tres años –entre 1965 y 1968- la modelo de José Cruz Herrera. Ella tenía 22 años y el 76. Quizá fue la última modelo del artista, que murió con 82 años y que, asegura, ella, no daba un cuadro por terminado hasta que no la llamaba para retocarlo y añadir sus rasgos físicos.
Natividad va desgranando su historia con naturalidad y jovialidad. Nacida en San Fernando –de padre militar, de la calle Real, bautizada en la iglesia Mayor y muy orgullosa de ser de Cádiz, afirma con satisfacción-,  ha residido buena parte de su vida en Madrid, a donde se trasladó con su familia cuando tenía diez años. Entró en contacto con el mundo artístico cuando estudiaba en la escuela de Bellas Artes. En una ocasión, la modelo que tenía que posar falló, el catedrático de Colorido le dijo que tenía “un bonito tono de piel”, comenta y la convenció para que ocupara el lugar vacante.

Esa rosa
A partir de ahí, y para obtener unos ingresos económicos –nunca vienen mal a una estudiante, explica-  posó para artistas cono Juan Calvo, Pedro Mozo o para la Casa Velázquez. Pedro Bueno, director del Centro de Bellas Artes de Madrid, le dio en una ocasión una tarjeta de Cruz Herrera, que quería conocerla, y que fue su modelo durante tres años.
Natividad Puyol sólo se reconoce plenamente en “dos o tres cuadros” del pintor linense. El miedo a perder al novio que entonces tenía hizo que Cruz Herrera retocara sus facciones o las cambiara por otras. Pero ve sus manos en las vírgenes, ve las rosas que ella llevaba al estudio, recuerda mil detalles que dan fe de su presencia en las obras. Cuenta Natividad que el pintor “nunca terminaba un cuadro con otra modelo. El hacía bocetos con otras mujeres y los retocaba conmigo”. De hecho, comenta, el pintor la citaba en su estudio cada vez que iba a Marruecos, un país que refleja en muchas de sus obras.

Veinte cartas
La modelo recuerda al artista como un hombre conversador y agradable. A José Cruz Herrera, según explica Natividad Pujol, le gustaba su espalda femenina y la tonalidad de su piel. Guarda veinte cartas que el pintor linense le envió en distintas ocasiones, incluyendo una reproducción de la “Inmaculada Concepción” dedicada a “la encantadora y gentilísima Nati, en prueba de mi amistad”.
En una ocasión, el artista le quiso regalar uno de sus cuadros. Ella nunca se lo llevó. Ahora convertida en una mujer de 56 años, dedicada a la hostelería y residente en Torrijos (Toledo), le queda solo cierta pena por no haberlo hecho, pero guarda las cartas y muchos recuerdos. Como el sueldo que cobrara, treinta pesetas –de entonces- por cada hora que posaba. Entre ellos sobresale también una anécdota ocurrida durante un almuerzo en El Puerto, al que ella no asistió, pero que le fue referido luego por Cruz Herrera; cuenta que en un momento de la comida, el pintor levantó la copa y, a modo de brindis, dijo: “Beba usted Fino La Ina / que es gloria divina”. Otro comensal respondió en el mismo tono: “Y lo dice Cruz Herrera / que no es de aquí, que es de fuera”. El escritor José María Pemán, uno de los asistentes tomó entonces la palabra: “Cruz Herrera no es de fuera / pues siendo artista genial / es nuestro, y aunque no lo fuera / no reconoce fronteras / su arte, porque es mundial”.

Aída R. Agraso. Cádiz.